Verá,
mi pequeña Amelie, usted no tiene los huesos de cristal, podrá
soportar los golpes de la vida, si usted deja pasar esta oportunidad
con el tiempo su corazón se ira haciendo seco y frágil como mi
esqueleto. ¿A que espera? ande, vaya a por él.
Nino
se retrasa. Para Amélie sólo caben dos explicaciones. La primera:
que no encontró la foto. La segunda: que no tuvo tiempo de
recomponerla porque una pandilla de atracadores de bancos le tomó
como rehén. Perseguidos por la policía lograron escapar, pero él
provocó un accidente. Cuando recuperó el conocimiento no recordaba
nada. Un exconvicto que pasaba por ahí le recogió en autostop, y
tomándolo por un fugitivo le escondió en un contenedor destinado a
Estambul. Allí se topó con un grupo talibán afgano que le propuso
acompañarle para volar unas cabezas de misiles soviéticos, pero su
camión chocó con una mina en la frontera del Tayikistán. Sólo
sobrevivió él. Acogido en una aldea de montañeses se convirtió en
militante muyahidín. Así que Amélie no se explica por qué se
preocupa tanto por alguien que come sopa de remolacha y lleva un
tiesto horrible por sombrero.